Como sabemos, la actual presencia de mujeres en empresas tecnológicas es realmente baja. Sin embargo, los últimos estudios muestran que los beneficios de las compañías serían mucho mayores si se consiguiera la paridad: por ejemplo, si en el Reino Unido se aumentara la presencia de mujeres hasta un 30%, el incremento en la economía sería de 11.000 millones.
Uno de los principales problemas que generan esta situación lo encontramos en la educación. Aunque, en términos generales y según el último informe Datos y cifras del sistema universitario español, dentro de los matriculados en las universidades españolas hay un mayor porcentaje de mujeres (54,8%), su presencia en las ingenierías es escasa (25%). Aún menor es la cifra en la rama de la Informática (12%).
De ahí la importancia de motivar a las nuevas generaciones desde edades tempranas. Y es que, como bien dijo Ann Cairns, vicepresidenta de Mastercard, en la conferencia Women at the top, celebrada el pasado año en Londres, «hay que empezar enseñando a las niñas de 12 años que la tecnología es algo cool«.
En Alvantia consideramos que, efectivamente, la mujer posee un papel fundamental en el sector tecnológico y debe tener una mayor presencia en el mismo. Pero también en la Historia. Todos hemos oído hablar de Alan Turing, considerado el padre de la informática moderna y que ayudó a descifrar el código Enigma alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Pero poco se ha hablado de un grupo de mujeres programadoras que también colaboró de forma muy activa a cambiar el rumbo del conflicto. Se trata de las «Top Secret Rosies«, seis mujeres reclutadas en 1942 por el gobierno de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial que trabajaron en la programación del ENIAC (Electronic Numerical Integrator And Computer).
Las pioneras de la programación
El ENIAC, considerado por muchos como el primer computador de propósito general, fue construido en la Universidad de Pensilvania por John Presper Eckert y John William Mauchly y estaba destinado a calcular las trayectorias de los proyectiles durante la guerra. Ocupaba una superficie de 167 m², pesaba 27 toneladas y medía cerca de 2,5 metros de altura y 24 de longitud. Las especialistas en matemáticas Betty Holberton, Jean Bartik, Frances Spence, Ruth Teitelbaum, Marlyn Meltzer y Kathleen Antonelli fueron las encargadas de programarlo. Desarrollaron las bases de la programación de los ordenadores, creando la primera biblioteca de rutinas y las primeras aplicaciones de software. Realizaban conexiones de cables en la computadora a través de los seis mil terminales que tenía, mejorando paulatinamente su uso y logrando combinaciones en programación esenciales para lograr más cálculos y de forma más rápida.
Dado que el proyecto estaba clasificado bajo secreto militar, sus primeros pasos en la programación tuvieron lugar lejos del equipo al que les estaba vedado el acceso y para el que tuvieron que diseñar diagramas de programación.
Quizá fue Betty Snyder Holberton (1917-2001) la que mayores aportes pudo ofrecer posteriormente al mundo de la informática (a pesar de ser periodista y haberse formado de manera autodidacta en matemáticas y física): participó en el UNIVAC I, el primer ordenador controlado mediante instrucciones introducidas por teclado. Contribuyó además al desarrollo del C-10, prototipo de los lenguajes de programación modernos, y junto a Grace Hopper participó en el desarrollo de los primeros estándares para COBOL y FORTRAN. En 1997 recibió el premio Ada Lovelace.
Betty Jean Jennings Bartik (1924-2011) formó parte del equipo que transformó el ENIAC en un ordenador con programas almacenados. Después de trabajar con BINAC y UNIVAC I, se convirtió en editora para Publicaciones Auerbach, pionera en tecnologías de la información. En la Northwest Missouri State University puedes encontrar un museo dedicado a su figura. Además, en 2008 le fue concedido el premio del Computer History Museum.
Por su parte, Ruth Lichterman Teitelbaum (1924-1986) se trasladó en 1947 a Aberdeen junto al ENIAC, donde enseñó a la siguiente generación de programadoras cómo utilizarlo. Su compañera Kathleen McNulty Mauchly Antonelli (1921-2006) también se trasladó a la base militar de Aberdeen y en 1948 se casó con John W. Mauchly, uno de los ingenieros que crearon el ENIAC.
Frances Bilas Spence (1922-2012) se casó en 1947 con un ingeniero electrónico de la armada que trabajó también en el ENIAC y dejó su puesto para cuidar a su familia.
Por último, Marlyn Wescoff Meltzer (1922-2008) renunció a su puesto antes del traslado del ENIAC a Aberdeen para contraer matrimonio.
Sin duda, el trabajo de estas mujeres contribuyó de manera muy considerable a darle fin a un conflicto bélico de terribles dimensiones. Como reconocimiento a su gran labor, en 1997 fueron incluidas en el Women In Technology International Hall of Fame.
Si quieres saber más sobre este interesante grupo de programadoras, te recomendamos la película documental «Top Secret Rosies. The Female computers of World War II», obra filmada en 2010 y dirigida por Leann Erickson.